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entre telones con objeos

Entre telones y sueños

Entre telones y sueños

Una Vida Dedicada al
Teatro Musical en México

Inicios
🎭 MIS INICIOS:
Cuando el escenario olía a destino

Todo comenzó con una inquietud que se convirtió en vocación. En mis primeros años, el teatro no era aún un destino claro, pero sí una fuerza magnética que me empujaba a explorar, aprender y entregarme por completo.

De niño, mi mamá —fanática de las artes— nos llevaba a todos los musicales en los mejores teatros de la Ciudad de México. ¡Me fascinaban! Cada función era un portal a un mundo de magia y color. Pero había algo más… algo que aún hoy me resulta inolvidable: el olor tan especial del escenario cuando se abría el telón. No sé qué lo provocaba, pero era hipnótico. Hoy ya no sucede, pero en mi memoria, ese aroma sigue siendo muy peculiar.

El primer musical que vi fue Contigo Pan y Cebolla, protagonizado por los hermanos Zavala. Nunca había visto algo similar. Nos compraron el disco, y lo canté y bailé una infinidad de veces. Después vinieron El Fantasma de la Ópera, El Violinista en el Tejado, Vaselina, Mame… hasta que llegó El Diluvio que Viene. La vi 28 veces. Sí, 28. ¿Loco? Tal vez. Pero yo ya soñaba con ser parte de esa magia, sin tener idea de lo que implicaba prepararse para estar ahí.

Mis papás jamás me permitieron tomar clases, así que mi contacto con el teatro se limitaba a reproducir en casa lo que veía en escena. Recuerdo que fui a una audición para El Diluvio que Viene. Al llegar, lo primero que vi fue a una señora de cabello blanco a la que todos le tenían miedo o respeto. Yo, sobreprotegido e inseguro, agarré mis cosas y me dije: “Más vale aquí corrió que aquí murió”. No sabía que esa señora, Fela Fábregas, se convertiría en una figura clave en mi carrera. Algo similar me pasó en las audiciones de Evita y José el Soñador. Me acercaba, veía lo que pedían… y huía. Como bien dicen: “El que nada sabe, nada teme. Pies, ¿para qué los quiero? ¡Corran!”

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🌟 FÁTIMA DEL ROSARIO:
La chispa que encendió mi vocación
workings y otras

Antes de todo, estuvo ella. Fátima del Rosario, mi maestra de teatro en la preparatoria. No solo sabía enseñar: sabía transmitir su pasión, su alma, su fuego. Hizo clic conmigo desde el primer momento, y me dejó claro —sin rodeos— lo que a mí me gustaba de verdad.

Fátima me sacó de mi zona de confort. Me empujó a cantar, a bailar, a enfrentar mis inseguridades y mis miedos. Me mostró que el arte no es solo técnica: es valentía. Y que el escenario no espera a que estés listo… te llama cuando menos lo esperas.

Gracias a ella, me atreví a dar ese primer paso. Y ese paso cambió mi vida.

LA FIERECILLA TOMADA MARQUESINA
🎤 EL DEBUT;
que encendió la llama

Mi debut fue en Working, un reto titánico: actuar, bailar y cantar… ¡todo a la vez! Me lancé a cantar como solista Fathers and Sons, una canción compleja, sin saber usar un micrófono. Te lo ponían… y que Dios te acompañe. Pero lo logré. Y cuando se abrió el telón el día del estreno, supe que todo —el dolor muscular, el esfuerzo, los nervios— valía la pena. Y que jamás querría bajarme del escenario.

Después vinieron RUR Robots, Prohibido suicidarse en primavera y finalmente A Chorus Line, donde mi mayor reto fue bailar tap.

 

Yo, el más descoordinado del salón. Un día escuché a la maestra comentar que nunca podría bailar tap. ¿¡Qué, qué!? ¡Soy Tauro y soy terco! Además, nací el día de San Pascual Bailón… algo tenía que ayudar.

Y así comenzó mi historia de rayar pisos con mis taps… y luego lavarlos de rodillas para borrar la evidencia. Logramos montar A Chorus Line y obtuve el papel que quería. Un comentario puede hundirte o impulsarte. Todo depende de cómo lo tomes. Si yo hubiera hecho caso, tal vez hoy sería un frustrado contador público con dinero y abolengo… pero con el alma triste.

🎓 SISTEMAS Y VOCACIÓN:
dos caminos, una pasión

En ese momento debía decidir qué estudiar. Leí y releí planes de estudio, pero nada me llamaba. En el examen de habilidades de la prepa salí para sacerdote y matemático. ¡No lo podía creer! Hasta que un día acompañé a mi madre a hacerse unos estudios y vi una computadora. No era algo común, así que dije: “Voy a estudiar sistemas”. Y así sucedió: ingresé a la Universidad Iberoamericana.  Sabía que era muy cara y yo había visto como sufrio mi madre para pagar la carrera de una de mis hermanas así que no quise ser una cargA y logré tener una beca para mi carrera del 60% por parte de la SEP, y tramité adicionalmente por parte de la Universidad una beca préstamo del 40% que pagué años después de haber terminado.  De esa manera pude estudiar donde quise y no fui una carga para mis padres.

Pero mi alma ya le pertenecía al escenario. Armé todos mis horarios universitarios en función de mis clases de baile, que comenzaban en el sur con un maestro llamado Roberto Ayala. Ahí conocí a Ana María Collado, maestra, amiga y compañera de muchas aventuras.  

Estudiar sistemas fue una decisión estratégica. Me dio estructura, lógica, y una visión técnica que más adelante sería vital para mis proyectos creativos, educativos y digitales. Mientras programaba algoritmos, mi corazón seguía latiendo en compases de 8 tiempos.

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👣EL PRIMER ENCUENTRO:
Fela Fábregas

Al terminar la preparatoria, mi amiga Rebeca Conchas me convenció de inscribirme en una nueva escuela de artes escénicas: el Taller de Teatro del San Rafael. Sin embargo, había un detalle importante: para ser aceptado debía pasar una entrevista con la señora Fela Fábregas, quien en ese tiempo ya era temida por todos.

Me armé de valor y acudí a la cita. Llegué a su oficina y, mientras esperaba sentado, la observaba al fondo, detrás de un escritorio repleto de colillas de cigarro. Apenas crucé la puerta, me lanzó una pregunta directa: —¿Y usted qué hace aquí? ¿Qué espera, que yo lo acepte?

En ese instante quise salir corriendo. Para un niño sobreprotegido, aquello era demasiado; sentía que hasta el cerebro me sudaba. Pero, sin saber de dónde, encontré la fuerza para responder con firmeza a todo lo que me preguntó durante aproximadamente una hora.

Al final, salí victorioso. Ese fue mi primer contacto con la señora Fela Fábregas, quien muchos años más adelante se convertiría en mi jefa, confidente y gran amiga. 

fela fabregas
👣GABRIELA SALÁ:
temple, tap y trazos que ordenan el alma
gaby sala

Entre las materias a las que me insctribi en el Taller de Teatro del San Rafael una de ellas fue Tap.  Lsa maestra Gabriela Sala que  fue un ser muy especial en mi camino. Amorosa, exigente y absolutamente profesional. No era una mujer joven… pero bailaba como la mejor. Con ella aprendí que el talento no tiene edad, y que la elegancia se mide en precisión, no en años.

Me enseñó a organizar, a estructurar mi pensamiento en coreografía, a entender que cada paso tiene lógica, intención y ritmo. Su disciplina y su temple eran impresionantes. Gabriela no solo formaba bailarines: formaba artistas con carácter.

Gracias a ella descubrí algo que me acompaña hasta hoy: uno nunca “llega”. Siempre hay algo más que estudiar, perfeccionar, afinar. El arte no tiene cima, solo caminos. Y Gabriela fue una brújula luminosa en el mío.

roberto ayala
🩰 ROBERTO AYALA / ANA MA. COLLADO: técnica, resistencia y el arte de pulir diamantes
ana maria collado

Después de Gabriela, Mario Mejia con Comedia Musical y Carmen Montejo en Actuación, llegaron dos pilares que marcaron mi formación: Roberto Ayala y Ana María Collado. Ellos me enseñaron la técnica de Dance Masters of America, y lo hicieron con una combinación perfecta de exigencia, generosidad y visión.

Ana María era obsesiva con la claridad y los sonidos. Cada paso debía tener intención, cada golpe debía escucharse como una nota precisa. Roberto, por su parte, te entrenaba como si fueras a correr un maratón: técnica, resistencia, enfoque. Juntos eran una dupla imbatible. Y conmigo, lograron pulir a un diamante más que oculto.

Me apoyaron, me ayudaron, y me brindaron —hasta hoy— su amistad. Soy un ser afortunado por lo que me he encontrado en mi destino. Porque más allá de la técnica, me enseñaron que el arte también se construye con vínculos, con confianza, con esa chispa que se enciende cuando alguien cree en ti antes de que tú lo hagas.

🎭 DE LA BOTARGA AL TELÓN:
mis primeros pasos en el teatro profesional

Mi primer trabajo profesional en teatro llegó gracias a Roberto Ayala, quien comenzaba a coreografiar en las grandes ligas. Me convocó a una audición para Blanca Nieves y los Siete Enanos, una producción de Jacqueline Andere, estelarizada por su hija Chantal. ¡Y me quedé! No lo podía creer: iba a debutar en el Teatro de los Insurgentes, el más importante de México.

Mi papel era el ayudante de la bruja, alias Bisbirulo. Soñaba con que mis papás me vieran en escena… claro, no contaba con que el personaje llevaría una botarga de pájaro. Así que nunca me vieron realmente. Pero yo estaba feliz: ya estaba en las grandes ligas.

En esa obra también debutaron Lisset, Ana María Collado, Manuel Sánchez y muchos más. Fue el inicio de una generación que se formó entre telones, ensayos y carcajadas.

Blanca Nieves fue seguida por Aladino y la lámpara maravillosa, y poco tiempo después, por el musical que marcaría mi vida: Yo y mi chica.

blanca nieves
🎩 YO Y MI CHICA:
el musical que me cambió la vida
yo y mi chica

Después de mis primeros pasos en teatro infantil profesional con Blanca Nieves y los Siete Enanos y Aladino y la lámpara maravillosa, llegó el momento que cambiaría mi historia: Yo y mi chica. Un musical de gran formato, estelarizado nada menos que por Julio Alemán, Olivia Bucio, Evangelina Elizondo y Claudio Brook. ¡Qué elenco! ¡Qué sueño!

Fui a la audición, pasé los callbacks… y recibí esa llamada que uno nunca olvida: “Formas parte del elenco”. No hay palabras para describir la emoción. El corazón se te sale por la boca, y el alma se acomoda en el escenario.

En aquella época, los montajes comenzaban con talleres intensivos para nivelar al elenco. En este caso, tuvimos clases de ballet con Fedor Lensky, un maestro legendario. Él decía que nosotros éramos pura fantasía… y tenía razón. Imagínate una compañía llena de lagartones del teatro musical: Rocío Torres, Lety Montaño, Manuel Martín, Armando Moreno… ¡yo los había visto en escena! Y ahora estaba tomando clase con ellos.

Recuerdo la tensión de la primera clase en el salón de ensayos del Teatro de los Insurgentes, llegó Olivia Bucio, sí, Peter Pan y Cassie de A Chorus Line. Yo no pretendía tomar clase en su mismo grupo, ¡QUE ATREVIMIENTO! pero ahí estaba. El maestro dictaba su ejercicio, todos lo ejecutaban impecablemente… menos Manuel Sánchez y yo, que terminábamos para el otro lado. “Pura fantasía” así nos decía. Pero poco a poco, fuimos resolviendo.

El proceso de montaje fue mágico. Aprendíamos armonías, coreografías, escenas… y todo se iba armando. El día que se montó el número del farol, había cargadas. A mí me tocaba con Ana María Collado. Yo, flaco como un hilo, la miré y pensé: “Ruega clemencia”. El coreógrafo accedió a ponerme algo más fácil. Porque sí: Ana María es muy alta, y yo necesitaba una grúa para cargarla.

Y llegó el ensayo con público. El primer número era un viaje a Hareford. Viajábamos en un coche armado con maletas, subíamos a un giratorio que avanzaba mientras se abrían las puertas de la casa. Los primeros en entrar éramos Ana María y yo. Ver el teatro lleno, sin una sola butaca vacía, fue una sensación indescriptible. La escenografía, la iluminación de Marcial Dávila, la producción impecable… todo era magia.

La dirección musical estuvo a cargo de Willy Gutiérrez, el coreógrafo fue Tony Parisi al inicio después Roberto Ayala, el vestuario de Elsy Jiménez, la peluquería de Marta Carreño. En ese entonces no había alternantes, ni maquillistas para el elenco, ni vestuaristas. Tú resolvías tu vida. Y eso te formaba.

 

Yo y mi chica marcó mi vida. Fue mi primer musical de gran formato. Compartí escena con grandes amigos y compañeros como Olivia Bucio,  Eugenio Derbez, Fernando Moya, Jorge Pais, Angelita Castany, Simone Brook… Estaba donde siempre había soñado estar. La vida me había conseguido mi sueño. ¿Qué más puede pedir?

yo y mi chica
broadway lights
💡 BROADWAY LIGHTS: mi primer trabajo como coreógrafo

Durante la temporada de Yo y mi chica, Manuel Sánchez —compañero de elenco y cómplice de aventuras— me propuso algo inesperado: montar unas coreografías para un espectáculo en el Kagba, la discoteca gay más icónica del momento. El proyecto era para Paco Prats, un productor visionario que apostaba por el talento joven y la estética teatral.

El show se llamaría Broadway Lights, un collage de números de comedia musical que celebraba lo mejor del género con ritmo, humor y mucha lentejuela. Y ahí estaba yo, por primera vez, del otro lado: creando, dirigiendo, marcando pasos. Ese fue, oficialmente, mi primer trabajo como coreógrafo.

Montar Broadway Lights fue una escuela en sí misma. No había presupuesto, pero sí pasión. No había escenografía, pero sí imaginación. Aprendí a resolver, a adaptar, a sacar brillo con lo que había. Y sobre todo, aprendí que coreografiar no es solo contar pasos: es contar historias con el cuerpo.

Ese escenario, con luces de neón y público eufórico, fue mi primer laboratorio creativo. Y aunque no era Broadway… se sentía como si lo fuera.

Despues vino una coreografía para una convención, donde simplemente me robaron mi trabajo y no me pagaron y mi debut en el cine nacional en Pero Sigo Siendo el Rey.

la viuda alegre
zarzuela
pepeenzarzuela
🎭 ZARUELA, OPERA Y OPERETA;
el salto a la coreografía

Poco después, Fernando Moya me invitó a trabajar en la Compañía de Arte Lírico de Cristina Ortega. Ahí descubrí el mundo de la zarzuela y la opereta. Montamos muchísimas producciones, cada una con su propio estilo, exigencia y encanto.  Tuve la oportunidad de pisar escenarios como el Palacio de las Bellas Artes, Teatro Esperanza Iris, y muchísimos teatros más en giras por toda la república mexicana.

En una de esas puestas, Fernando ya no pudo continuar como coreógrafo. En su lugar llegó Jorge Cano, maestro de la Compañía Nacional de Danza. Jorge fue un parteaguas. Él es el responsable de que yo haya tenido el valor de convertirme en coreógrafo.

Un día, justo antes de iniciar el montaje de La Viuda Alegre, Jorge me llamó por teléfono. Tenía compromisos con la Compañía Nacional y no podría hacer el trabajo. Me dijo, sin rodeos: “Hazlo tú. Comienzas mañana”.

Así, de la noche a la mañana, me convertí en coreógrafo de zarzuela y opereta. ¡ZAZ Y NI TIEMPO PARA  PLANCHAR  MI TRAJE DE SUPER GALLINA!  No tuve. tiempo para dudar, sin espacio para el miedo.  Solo con la certeza de que todo lo vivido me había preparado para ese momento.

Y ahí empezó esa historia.

🎭CUANDO LOS SUEÑO SE HACEN REALIDAD:
Calle 42
calle marquesina

Seguí tomando clases con Roberto durante mucho tiempo, hasta que él tuvo la suerte de ser contratado nuevamente por Marcial Dávila para el montaje de Calle 42. Yo, armado de valor, decidí audicionar. Fue un proceso largo y agotador, pero cuando haces algo que llena tu alma, el cansancio desaparece y todo pasa rápido.

Finalmente fui seleccionado para el ensamble de la obra que todo bailarín de tap sueña con bailar: Calle 42, una verdadera extravaganza musical. Además, se presentaría en el mejor teatro de México: el Teatro de los Insurgentes, propiedad del mismo Marcial Dávila. Él no solo era el productor, también fungía como traductor-adaptador y director de escena, lo que hacía que su presencia se sintiera en cada detalle del montaje.

El elenco estaba conformado por figuras como Olivia Bucio, Joaquín Cordero, Amparito Arozamena, Alicia Fahr y Roberto Blandón, acompañados por cuarenta bailarines entregados al tap, en un show a la altura de las mejores capitales del mundo. Y lo más trascendente: Calle 42 fue la primera obra en México que contó con una orquesta completa en vivo, dirigida por el inigualable Willy Gutiérrez. Ese hecho convirtió al montaje en un parteaguas para el teatro musical mexicano.

La coreografía estuvo a cargo de Roberto Ayala, quien nos tuvo ensayando sin descanso hasta que cada número alcanzara una precisión increíble. Sus coreografías eran extensas, complejas y exigentes, llenas de movimientos vigorosos que debían ser limpios, impecables, precisos y poderosos. Esa fuerza en escena hacía que la coreografía resultara impactante. El trabajo coreográfico fue excelente, digno de las mejores capitales del teatro del mundo.

calle

El periodo de ensayos fue demandante y meticuloso: todo debía funcionar como un engranaje de reloj. En aquel tiempo el teatro aún se hacía “a la antigua”, sin vestuaristas ni asistentes, así que cada actor debía encargarse de cuidar y distribuir su vestuario por todo el teatro. Eran muchísimos cambios, varios ultrasónicos, y no había margen de error.

Durante las funciones, que iban de martes a domingo, apenas tenía diez minutos en el segundo acto para regresar al camerino. Entre función y función solo había tiempo para reacomodar todo. Cada miembro del elenco tenía un enorme bote de basura que paseábamos por todo el teatro para organizar vestuario y utilería. Éramos un elenco muy grande y todo debía estar perfectamente en su lugar; de lo contrario, no llegarías a tiempo a escena. Todo había sido planeado y situado en sitios estratégicos.

Calle 42 es una obra muy demandante, física y mentalmente: sus coreografías rápidas, complejas y largas incluían además múltiples cambios de vestuario y peluquería durante los números. Era una verdadera locura y un gran ejemplo de trabajo en equipo.

No cabe duda de que Calle 42 reafirmó mi visión sobre la complejidad de los musicales de Broadway. Cada cambio de vestuario, cada coreografía interminable y cada nota de la orquesta me enseñaron que el teatro musical es una maquinaria perfecta, donde la disciplina y la pasión deben convivir en equilibrio.

Todas las experiencias vividas hasta entonces, junto con las habilidades aprendidas en mi formación en sistemas, me dieron la capacidad de estudiar y desglosar un proyecto al máximo. Aprendí a esquematizar cada detalle y, sobre todo, a transmitirlo con claridad. Esa manera de organizar y estructurar me permitió enfrentar la complejidad de los musicales con una visión más amplia y precisa, convirtiendo la pasión en un proceso ordenado y eficaz.

Conocí Calle 42 gracias a Roberto. Me volví loco al escucharla: corrí a encargar el disco LP en la única tienda que vendía este tipo de música en la Ciudad de México. Después de una larga espera lo tuve en mis manos. Qué te cuento: lo habré escuchado más de mil veces. Los pasos sonaban tan impactantes que me obsesioné con el tap. Quién iba a decirme que esa obsesión se convertiría en mi modo de vida.

El tap me abrió puertas en muchos lugares, incluso en el extranjero. Sé que fui muy afortunado: los proyectos que llegaron fueron los que tenían que llegar, los que me hicieron sentir pleno y feliz en el teatro musical mexicano, y que más adelante me dieron las armas para dejar una huella fructífera en él.

🎭DE ENSAMBLE A CREATIVO:
Mi salto a las Grandes Ligas

Calle 42 marcó el cierre de una etapa y el inicio de otra. Después de aquella experiencia seguí dando clases, tomando cuantas podía encontrar, pues en ese tiempo no existía un sitio ni academia que ofreciera una formación integral en teatro musical. Sin embargo, llegó un momento en que decidí poner un alto total a mi vida teatral y regresar a mi campo de sistemas para preparar mi titulación, pues había mucha presión familiar al respecto. Finalmente me titulé con mención honorífica, logro que hizo muy feliz a mi madre y que me dio una enorme satisfacción personal. Durante esos años trabajé en sistemas en Televisa y en Nissan Mexicana.

No abandoné del todo las artes: continué dando clases de tap en la Academia de Lindavista, entre otras actividades que detallaré en el capítulo sobre la docencia. Pero mi camino en el escenario quedó en pausa durante cinco años.

Un día, nos reunimos cuatro amigos soñadores y sobre la mesa surgió una idea: ¿por qué no convertirnos en creadores de nuestro propio trabajo y traer un musical a México? La propuesta nos pareció tan natural como emocionante. Ana María hizo la selección del musical, conseguimos el dinero para pagar el anticipo de derechos y, como conocíamos a todos los que trabajaban en teatro, armar el equipo no fue tan complicado.

Viajamos a Nueva York —mi primer viaje a esa ciudad— para comprar los derechos y acudir a la Biblioteca de Nueva York a investigar por qué la obra que queríamos montar no había durado o en qué había fallado. Nos permitieron ver el video de la puesta en escena, pero solo podíamos entrar con una hoja de papel en blanco y un lápiz. Juntamos toda la información posible y aprovechamos para nutrirnos viendo muchos musicales.

Entre ellos, Crazy for You. Quedé impresionado, extasiado y entusiasmado al ver un espectáculo tan preciso: el audio, la escenografía, las coreografías… todo era redondo. Lo vimos dos veces en aquel viaje y regresamos cargados de vitalidad y energía, con todo lo necesario para analizar el proyecto y lanzarnos como “gorda en tobogán”. Y así lo hicimos.

Menciono Crazy for You porque años después tendría la fortuna de ser llamado por Fela Fábregas, con quien iniciaría toda una trayectoria llena de vivencias y experiencias. Pero antes de eso, estos cuatro amigos nos enfrentamos a nuestro primer gran proyecto: Cantando bajo la lluvia.

Calle 42 marcó el cierre de una etapa y el inicio de otra. Después de aquella experiencia seguí dando clases, tomando cuantas podía encontrar, pues en ese tiempo no existía un sitio ni academia que ofreciera una formación integral en teatro musical. Sin embargo, llegó un momento en que decidí poner un alto total a mi vida teatral y regresar a mi campo de sistemas para preparar mi titulación. Había mucha presión familiar al respecto. Durante esos años trabajé en sistemas en Televisa y en Nissan Mexicana.

 

No abandoné del todo las artes: continué dando clases de tap en la Academia de Lindavista, y en muchos otros lugares pero de eso hablaré   en el capítulo sobre la docencia. Pero mi camino en el escenario quedó en pausa durante cinco años.  Yo no era feliz trabajando en sistemas, me faltaba esa pasión que yo veía en mis compañeros.  Añoraba mucho el Teatro, cada día lo veía mas lejos.

Un día, nos reunimos cuatro amigos soñadores (Ana María, Héctor. Marco y Yo) y sobre la mesa surgió una idea: ¿por qué no convertirnos en creadores de nuestro propio trabajo y traer un musical a México? La propuesta nos pareció tan natural como emocionante. Ana María hizo la selección del musical, conseguimos el dinero para pagar el anticipo de derechos y, como conocíamos a todos los que trabajaban en teatro, armar el equipo no fue tan complicado.

Viajamos a Nueva York —mi primer viaje a esa ciudad— para comprar los derechos y acudir a la Biblioteca de Nueva York a investigar por qué la obra que queríamos montar no había durado o en qué había fallado. Nos permitieron ver el video de la puesta en escena, pero solo podíamos entrar con una hoja de papel en blanco y un lápiz. Juntamos toda la información posible y aprovechamos para nutrirnos viendo muchos musicales.

Entre ellos, Crazy for You. Quedé impresionado, extasiado y entusiasmado al ver un espectáculo tan preciso: el audio, la escenografía, las coreografías… todo era redondo. Lo vimos dos veces en aquel viaje y regresamos cargados de vitalidad y energía, con todo lo necesario para analizar el proyecto y lanzarnos como yo diría “como gorda en tobogán”. Y así lo hicimos.

Menciono Crazy for You porque años después tendría la fortuna de ser llamado por Fela Fábregas, con quien iniciaría toda una trayectoria llena de vivencias y experiencias. amistad. Pero antes de eso, estos cuatro locos amigos nos enfrentamos a nuestro primer gran proyecto: Cantando Bajo la Lluvia.  Y esta sería nuestra mejor escuela.

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