Seguí tomando clases con Roberto durante mucho tiempo, hasta que él tuvo la suerte de ser contratado nuevamente por Marcial Dávila para el montaje de Calle 42. Yo, armado de valor, decidí audicionar. Fue un proceso largo y agotador, pero cuando haces algo que llena tu alma, el cansancio desaparece y todo pasa rápido.
Finalmente fui seleccionado para el ensamble de la obra que todo bailarín de tap sueña con bailar: Calle 42, una verdadera extravaganza musical. Además, se presentaría en el mejor teatro de México: el Teatro de los Insurgentes, propiedad del mismo Marcial Dávila. Él no solo era el productor, también fungía como traductor-adaptador y director de escena, lo que hacía que su presencia se sintiera en cada detalle del montaje.
El elenco estaba conformado por figuras como Olivia Bucio, Joaquín Cordero, Amparito Arozamena, Alicia Fahr y Roberto Blandón, acompañados por cuarenta bailarines entregados al tap, en un show a la altura de las mejores capitales del mundo. Y lo más trascendente: Calle 42 fue la primera obra en México que contó con una orquesta completa en vivo, dirigida por el inigualable Willy Gutiérrez. Ese hecho convirtió al montaje en un parteaguas para el teatro musical mexicano.
La coreografía estuvo a cargo de Roberto Ayala, quien nos tuvo ensayando sin descanso hasta que cada número alcanzara una precisión increíble. Sus coreografías eran extensas, complejas y exigentes, llenas de movimientos vigorosos que debían ser limpios, impecables, precisos y poderosos. Esa fuerza en escena hacía que la coreografía resultara impactante. El trabajo coreográfico fue excelente, digno de las mejores capitales del teatro del mundo.














