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La Alegría de Aprender

La Alegría de Aprender

Loco por Ti

Cantando Bajo la Lluvia

📅, 2000

🎭 Teatro Feernando Soler

💃Coreógrafo

 

La Alegría de aprender

Teatro Infantil Eeucativo en México

1 x 1 = 1
5 x 5 = ¿?

Después de la intensidad y el vértigo que significó Loco por Ti, con sus coreografías complejas, vestuarios reciclados y la confianza ganada con Fela, mi camino tomó un giro inesperado. Pasé de los grandes números de tap y las noches interminables de producción a un proyecto completamente distinto: un musical infantil.

Ese cambio fue como respirar otro aire. Si en Loco por Ti aprendí a resistir la presión y a ganarme respeto en medio de la locura, en La Alegría de Aprender descubrí la magia de enseñar a través del teatro. El escenario ya no era solo un espacio de espectáculo, sino también de aprendizaje. Cada número estaba dedicado a una tabla de multiplicar, y detrás de cada canción había un propósito: que los niños se divirtieran mientras aprendían.  

De la disciplina férrea de un montaje adulto pasé a la risa espontánea de un espectáculo infantil. Y esa transición me enseñó que el teatro tiene infinitas formas de tocar la vida: puede ser un reto de resistencia, pero también una herramienta de educación y alegría.

 

n musical infantil educativo

El proyecto estaba planeado para el verano. La Alegría de Aprender tenía diez números, uno por cada tabla de multiplicar, cada uno con ritmo y concepto diferente. El elenco estaba conformado por diez elementos: dos adultos y ocho niños, entre ellos Mónica, Benito y Cassandra, los hijos de Mónica Sánchez Navarro.

Mónica me pidió especial atención en el trato con los niños y prohibió la comida chatarra en los ensayos para no antojarlos. Eso fue lo peor para mí, fan declarado de los Twinkies de vainilla. Me entregó libreto y música para preparar audiciones y montaje.

¿Te imaginas montar un espectáculo con ocho niños, tres de los cuales eran nietos de la dueña de los teatros e hijos de la productora y directora? A los niños no se les podía regañar ni hablar fuerte, y además tenían a su alcance todos los juguetes que pudieras imaginar: bicicletas, patinetas, resortes, yo-yos, bastones saltarines, cuerdas y más.

Los juguetes volaban por todos lados durante los ensayos y yo no podía llamarles la atención de forma ruda. Así que decidí jugar con ellos. Eran niños, y me imaginé de pequeño con tanto juguete: hubiera sido feliz. Claro que no lo hice solo; recurrí al apoyo de Mariana Cabalceta y Manuel Jiménez. Entre los tres logramos controlar a la “jauría”, que finalmente resultaron ser unos niños encantadores.

El ensayo general

Llegó el día del ensayo general en el teatro. Los niños corrían por todas partes y yo comía mis Twinkies de vainilla a escondidas para no estresarme y gritarles algo. El montaje de iluminación estaba terminando y teníamos poco tiempo para resolver lo que se presentara.

De repente, se escuchó en el audio del teatro un grito con palabras nada adecuadas para los niños. Era Mónica rompiendo su propia regla de oro. El equipo de coreografía estábamos en las butacas y nuestras caras se transformaron en una carcajada gigante. Hasta hoy, cuando lo recuerdo, muero de la risa como aquel día.

Estrenamos y todo fluyó como estaba planeado. La temporada terminó después del verano y La Alegría de Aprender fue reconocida por la crítica especializada como mejor espectáculo infantil.

Mi trabajo en teatro me ha dejado muchos buenos amigos, entre ellos Mónica Sánchez Navarro, quien ha sido testigo presencial de mi historia como coreógrafo y docente, de mis triunfos y derrotas.

🌟 GUATEMALA: mi experiencia chapina

En 2001 y 2002, Willy Gutiérrez me llevó a trabajar a Guatemala en dos shows: Una Noche en Broadway y La Academia en Broadway. Fue una gran experiencia que me obligó a ser totalmente responsable de mí mismo, de mis tiempos y de mi forma de ensayo. No llevaba asistente, iba solo. Nadie me recordaba nada, así que tenía que ser más disciplinado y llevar mis anotaciones al día. Esa independencia me dio seguridad.

guatemala

Aprendí que el lenguaje cambia de país en país y tuve la oportunidad de conocer gente maravillosa y muy talentosa. Guatemala es un país de contrastes muy altos —pobreza y riqueza conviven lado a lado— y, a pesar de eso, tecnológicamente iban más avanzados que México, con una influencia estadounidense mucho más fuerte. Me sorprendió ver teatros convertidos en tiendas o iglesias.

El espectáculo se presentó en el IGA, un auditorio manejado por la embajada americana. Quién iba a decir que en México también empezaríamos a ver lo mismo, como sucedió con el Teatro Silvia Pinal.

🌟 EL GOLPE: más duro

Fue precisamente en Guatemala donde recibí, vía telefónica, la noticia más dolorosa de mi vida: la muerte de mi madre. En ese momento, Willy Gutiérrez y Silvia García Granados se movilizaron de todas las formas posibles para lograr que yo regresara a México al sepelio. Se portaron como los mejores, con una solidaridad que nunca olvidaré.

A mi llegada a México, la primera llamada que recibí fue de Doña Fela. Con su voz firme pero llena de humanidad, me dijo: “Yo sé que madre solo hay una. Pero cuando le falte madre, venga conmigo. Yo sabré cómo ayudarlo.”

Ese gesto, sencillo y profundo, selló para siempre nuestra relación.

mama

Entre telones y memoria

Hoy, al mirar hacia atrás, sé que cada montaje fue más que un espectáculo: fue una lección de vida. Cantando Bajo la Lluvia me dio un mote que aprendí a transformar en respeto; Loco por Ti me abrió las puertas de la familia Fábregas; La Alegría de Aprender me enseñó que el teatro también puede ser escuela; Guatemala me regaló disciplina y contrastes; y la pérdida de mi madre me mostró la fuerza de la solidaridad y el cariño verdadero.

El teatro me ha dado amigos, maestros y compañeros que se volvieron familia. Me ha enseñado que detrás de cada telón hay risas, lágrimas, cansancio y esperanza. Que la creación no es solo arte, sino resistencia. Que la memoria se construye con cada paso de tap, cada carcajada en las butacas, cada palabra dicha en confianza.

Doña Fela, con aquella frase que aún guardo en el corazón —“Yo sé que madre solo hay una. Pero cuando le falte madre, venga conmigo. Yo sabré cómo ayudarlo.”— selló para siempre mi relación con ella y con el teatro mismo.

Mi legado no está solo en las coreografías ni en los aplausos, sino en las historias compartidas, en los aprendizajes que otros podrán tomar de mi camino. Porque entre telones y sueños, algoritmos y globos, he aprendido que la vida misma es el mayor escenario, y que cada caída, cada triunfo y cada abrazo forman parte de la obra que sigo escribiendo.

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