Un desafío inesperado
Después de la energía infantil de La Alegría de Aprender y la renovación de El Diluvio Que Viene, llegó Sor-presas, un musical religioso que me presentó un desafío completamente nuevo. No solo era un género distinto, sino que también me enfrentaba a un elenco de estrellas que admiraba profundamente.
Imagínate la escena: yo, coreografiando a Olivia Bucio, una leyenda del teatro musical con quien había trabajado como bailarín. ¿Cómo pasar de ser parte del ensamble a dirigir sus movimientos? Los nervios me recorrían, pero la profesionalidad y la calidez de Olivia hicieron el proceso fluido y enriquecedor.
Fue también la primera vez que tuve la oportunidad de trabajar con Maru Dueñas, mi “prima del alma”, con quien comparto una conexión especial. Quería que se sintiera orgullosa de mi trabajo, que viera mi crecimiento como coreógrafo. Maru, con su experiencia y enorme talento, me inspiró a elevar mi nivel y a crear coreografías que resaltaran su fuerza escénica.
Marisol Del Olmo, a quien conocí en el taller de Calle 42, aportó su energía y profesionalismo al elenco. Su disposición para explorar nuevas ideas y su entrega en cada ensayo fueron fundamentales para el éxito del montaje.
Tzaitel Santini, quien me había cautivado en Mamma Mia!, demostró ser una artista versátil y talentosa. Su capacidad para transmitir emociones a través del movimiento hizo que mis coreografías cobraran vida de una manera única.
Y finalmente, Natalia Sosa, una estrella de musicales con una trayectoria impresionante. Su incorporación al elenco a solo 15 días del estreno fue un desafío enorme, pero su talento y profesionalismo hicieron que todo encajara a la perfección.
Sor-presas fue una aventura inolvidable. Los nervios me consumían el primer día, pero la magia del teatro hizo su trabajo y todo fluyó de manera increíble. ¡Se convirtió en un montaje súper divertido!
Alex Orive (director) e Isaac Saúl (director musical) me brindaron todo su apoyo. Ellos ya conocían el espectáculo de puestas anteriores y captaron a la perfección mi nueva propuesta coreográfica.
Muy especialmente agradezco a Fela Fábregas, que por cuarta ocasión puso en mis manos su tan amado proyecto. Su confianza fue invaluable. Además, en esta ocasión la coreografía no fue una reproducción de versiones pasadas, sino una propuesta nueva, fresca y propia.
Por primera vez tenía dos obras en cartelera al mismo tiempo. ¡No lo podía creer!
No todo fue perfecto. La parte publicitaria, a mi parecer, no fue la adecuada. Era necesaria una combinación potente de marketing digital segmentado y experiencias inmersivas. En Sor-presas se utilizó lo que funcionaba en antaño: periódicos, radio, espectaculares. El montaje merecía una estrategia más moderna.
Aun así, Sor-presas fue un viaje de aprendizaje y crecimiento. Un deleite montar esta obra, un regalo que atesoro en mi corazón.
Si El Diluvio Que Viene me permitió dialogar con la memoria y modernizar un clásico, Sor-presas me llevó a explorar un terreno completamente distinto: el humor religioso y la sátira. Pasé de la solemnidad de un arca monumental a la irreverencia de monjas que cantaban y bailaban con desparpajo. Ese contraste me enseñó que el teatro es un universo infinito, capaz de moverse entre lo sagrado y lo cómico sin perder su esencia.
Con Sor-presas confirmé que podía enfrentar géneros distintos, trabajar con estrellas admiradas y sostener mi voz creativa en medio de tradiciones y expectativas. Fue un montaje que me dio confianza y me preparó para lo que vendría: un proyecto vibrante, juvenil y lleno de ritmo.
El siguiente reto sería Hairspray, un musical que me llevó a otra dimensión: la energía explosiva del pop, la frescura de los años sesenta y un mensaje poderoso sobre inclusión y diversidad. Si Sor-presas me enseñó a reír y a confiar, Hairspray me enseñaría a bailar con fuerza y a creer en el cambio.