“Hoy sé que más allá del brillo de los reflectores, lo que realmente trasciende en el teatro son la ética, el respeto, la lealtad y los principios. Esa es la verdadera jaula que nos sostiene y nos libera al mismo tiempo.”
—Pepe Posada
📅, 2016
🎭 Teatro Hidalgo/ Manolo Fábregas
💃Coreógrafo
🏆 Premio de la Critica Especializada Mejor Coreografía
💃Asistente de Coreografía Patricia Ibarra
El misterio de los 4 meses: mi aventura con La Jaula de las Locas
En 2016 recibí un mensaje de Juan Torres, productor teatral, invitándome a un proyecto que, en principio, estaría apenas cuatro meses en cartelera. Conversamos sobre condiciones y expectativas, y me compartió los nombres del equipo creativo.
El equipo se fue armando con gente a la que admiro: Matías Gorlero en la dirección escénica, Eduardo Soto en la dirección musical, yo en la coreografía y Óscar Acosta en la escenografía, con Juan al frente de la producción.
Había un detalle curioso: Juan nunca mencionó el nombre del proyecto. Aun así, trabajar con él siempre ha sido una experiencia grata, así que acepté sin dudar. Mi tarea era montar un musical donde el tap tuviera un papel importante, sin saber aún de qué título se trataba. Mi cabeza empezó a repasar musicales con grandes números de zapateado: Anything Goes, Me and My Girl, 42nd Street, quizá una Millie renovada.
En la siguiente reunión llegó la revelación. Juan me dio libertad para elegir arreglos musicales y proponer una versión fresca. En ese contexto, Óscar giró su laptop y apareció el título: La Cage aux Folles.
Junto con el nombre vino una condición: “No le puedes decir a nadie”. Las audiciones empezaban en siete días y había que decidir con qué se presentaría la gente. Optamos por un opening de tap y un toque de can-can.
Desde ese momento comenzaron jornadas intensas de trabajo. Revisé montajes anteriores y diferentes usos de la música, y junto con el maestro Soto fuimos ajustando arreglos hasta dejar la partitura como la necesitábamos: recortando, sumando y reorganizando secciones. El objetivo era que cada número contara algo y se sintiera vivo.
Quise que las Cagelles tuvieran una personalidad más elegante y definida, inspirada en cabarets como el Lido de París o las Rockettes, evitando caer en estereotipos fáciles. Me interesaba que cada una tuviera presencia, carácter y sentido dentro de la historia.
El can-can fue el número más exigente. Requería resistencia física y mucha energía. En lugar de buscar una perfección rígida, preferí que se viera el esfuerzo: el cansancio, la competencia, las pequeñas rivalidades. Todo eso terminó sumándose al lenguaje escénico y acercó el número al público.
Cuando la coreografía estaba lista, apareció un reto que nadie esperaba: el vestuario. Cuando por fin arribó desde Estados Unidos, hubo que tomar una decisión rápida. Transformamos el número de Los pájaros de La Jaula en un desfile de moda en toda regla y apenas tuvimos media hora para adaptarlo.
Originalmente se haría con fracs y sombreros; de pronto, entraron en juego vestidos de noche con distintos cortes y estilos. Este cambio ocurrió un día antes del estreno. El can-can también se vio afectado: corsés más pesados, tacones altos y ajustes de movimiento. El elenco asumió el reto con mucha entrega y profesionalismo.
El elenco estuvo integrado por artistas a quienes respeto profundamente: Mario Iván Martínez, Roberto Blandón, Patricio Castillo, Aída Pierce y un ensamble sólido de bailarines y cantantes.
Compartir escenario con Mario Iván siempre es una lección de disciplina y compromiso; se aprende mucho simplemente observando su trabajo día a día. Su constancia y profesionalismo convierten cada ensayo en una verdadera cátedra.
Roberto, siempre talentoso, dispuesto y entregado a su trabajo, aporta una energía que contagia.
El “Pato” Castillo, con su buen humor y disposición permanente, hace que el ambiente creativo sea más ligero y fraterno.
Y Aída… trabajar con ella es un agasajo: su carisma y experiencia enriquecen cada momento en escena, convirtiendo la colaboración en un verdadero privilegio.
El proyecto también significó reencontrarme con colegas de diferentes etapas de mi vida profesional. Cada uno aportó algo especial al proceso y al ambiente de trabajo.
La Jaula de las Locas me dio además la oportunidad de volver a coincidir con Maru Dueñas. Maru era de esas personas que iluminan el escenario y también los pasillos del teatro: cercana, generosa, muy entregada. No todo fue glamour y exito en la JAULA, Durante la temporada recibí la noticia de su accidente. Su partida me recordó lo frágiles que somos y la importancia de valorar el presente y a las personas con las que compartimos el camino. QEPD.
La apuesta de Juan hizo que un proyecto pensado para cuatro meses se mantuviera varios años en cartelera, en un teatro que él mismo ayudó a levantar. Formar parte del equipo creativo original fue una experiencia que agradezco.
En lo profesional, la coreografía fue premiada por la crítica especializada, algo que me alegró por el esfuerzo de todo el equipo. Sin embargo, el aprendizaje más profundo vino después.
Durante la pandemia enfermé de gravedad y estuve hospitalizado cuando se decidió remontar La Jaula de las Locas. Recibí una llamada de mi asistente para preguntar cómo estaba. Le dije que me gustaría participar; necesitaba un motivo para sentirme activo otra vez. Después de esa llamada, ya no hubo noticias.
Mi asistente repuso la coreografía sin mi autorización, con apoyo de un miembro del ensamble. Durante años les había ofrecido trabajo y acompañamiento, y en ese momento quedé fuera de mi propio proceso. En el medio artístico, varias áreas creativas, como la coreografía, no siempre están bien protegidas por el derecho de autor, y esta experiencia me lo confirmó de forma muy directa.
No recibí un pago adicional por la reposición. En su momento negocié pensando en una temporada corta, y eso también fue parte del aprendizaje: entender que las obras pueden crecer más de lo previsto y que, como creativo, es necesario preverlo en los acuerdos.
Lo sucedido me llevó a reflexionar, más allá del caso específico, sobre la ética en el teatro. La herida no fue solo económica, sino humana. Cuando la confianza se rompe, uno se cuestiona muchas cosas: el valor del trabajo creativo, la lealtad en los equipos y la forma en que entendemos el éxito en este medio.
El teatro es una construcción colectiva. Nada de lo que ocurre en escena existe sin la suma de muchas manos, cuerpos e ideas. Por eso, más que hablar de triunfos individuales, hoy prefiero hablar de procesos en los que haya respeto por la creación ajena, claridad en los acuerdos y reconocimiento al trabajo de todos.
Con el tiempo, sintetizo este aprendizaje en cuatro palabras que para mí son esenciales: ética, respeto, lealtad y principios. Procuro que estén presentes en cada proyecto en el que participo y también en las decisiones que tomo. Esta experiencia dolió, pero también me ayudó a poner límites más claros, a cuidar mejor mi trabajo y a reforzar el tipo de teatro en el que creo.
Si esta historia puede servirle a alguien más para negociar mejor, proteger su creación y elegir con quién trabajar, entonces todo lo vivido, con luces y sombras, encuentra un sentido más amplio.
“Porque en el teatro no solo trascienden los aplausos: trascienden las historias que se cuentan, el talento que las hace posibles y los principios que las sostienen. Esa es la verdadera herencia que debemos defender.”
— Pepe Posada