¡Prepárense para una historia de nervios, estrellas y mucho tap! En 2014, mi teléfono sonó con una propuesta que cambiaría el juego: Memo Wiegers me invitaba a ser parte de un ¡mega proyecto! ¿El lugar? Nada menos que el majestuoso Teatro San Rafael. ¿El encargo? La propuesta coreográfica de un musical que, confieso, ¡no conocía ni en figuritas!: «The Drowsy Chaperone», o como la conocimos aquí, «La Fierecilla Tomada».
¿Aceptar? ¡Sin dudarlo un segundo! Aunque el cosquilleo en el estómago ya se hacía sentir. Imagínense, ¡el elenco era una verdadera constelación! Héctor Bonilla, Jacqueline Andere, Chantal Andere, Mauricio Martínez, Norma Lazareno, Ari Telch y Mónica Sánchez Navarro. Sí, ¡puro peso pesado del escenario! Mi nerviosismo, ese que me acompaña como sombra, estaba en su punto máximo. ¿Yo, coreografiar a estas leyendas? ¡Sentía que me iban a «devorar» en el buen sentido de la palabra!
Los reencuentros siempre son mágicos. Con Jacqueline Andere ya habíamos compartido en «Blancanieves», donde ella me dirigió, y con Chantal Andere, ¡también en esa misma obra! Y la alegría de reencontrarme con Mónica Sánchez Navarro, con quien había trabajado en «La Alegría de Aprender», ¡fue un abrazo al alma!
El primer día, la lectura, ¡qué momento! Llegué hecho un manojo de nervios. Mauricio Martínez me lanzaba preguntas sobre la coreografía, y yo, con mi cara de «¡quedará espectacular!», en el fondo no tenía ni idea de la obra. Pero saben, a veces los ángeles aparecen en el momento justo. ¡Chantal Andere fue mi salvación! Nos reconocimos al instante, y ella, con esa chispa que la caracteriza, ¡rompió el hielo sobre mí con todo el elenco! ¡Un alivio gigante!
Y ni hablar del equipo creativo, ¡la columna vertebral de este éxito! Con Alex Uribe a la cabeza en la dirección de escena, el talentoso Óscar Acosta como director musical y escenógrafo (¡un genio!), y Enrique Arce haciendo magia con la traducción y adaptación. ¡Eran la receta perfecta para que «La Fierecilla» fuera un triunfo rotundo!
El verdadero desafío comenzó con el primer número de ensayo. ¡Un frío número de tap con Mauricio Martínez y Eduardo Ibarra! Recuerdo pensar: «¿Cómo voy a hacer esto?». Pero afortunadamente, el ensayo fluyó como agua. Con cada paso, cada marcación, sentía que la confianza crecía y que sabía exactamente qué hacer y cómo hacerlo. ¡Una sensación liberadora!
Hablando de desafíos y decisiones, recuerdo vívidamente el montaje del número «El Polvorón». Queríamos hacer un guiño, una remembranza al icónico número de las monedas de «Calle 42». Sin embargo, después de dos días de trabajo intenso, me di cuenta de que la propuesta no me convencía del todo. A veces, las mejores ideas surgen al ver que la primera no te satisface por completo. Así que, con el corazón en la mano, tomé una decisión arriesgada: ¡recomenzar todo el número desde cero! ¿Qué iban a decir? Pues simplemente expuse mi sentir al equipo y les propuse trabajar en esta nueva visión. Y así lo hicimos. ¡La magia del teatro está en esa constante búsqueda de la perfección!
Y lo más impactante de trabajar con estos primeros actores es que, más allá de su talento monumental, son seres humanos increíblemente cordiales, relajados y ¡totalmente entregados a su arte! Se aprende tanto solo observándolos trabajar, o con sus comentarios y sugerencias, que cada ensayo era una clase magistral. Nunca olvidaré cuando Héctor Bonilla me llamó y me dijo: «Pepe, todos los días veo tu trabajo y realmente es la primera vez que veo una coreografía donde todo el ensamble tiene personalidad y también cuentan la historia». ¡Wow! ¡Ese fue un momento que se me quedó grabado en el alma!
Fue un montaje de locura, con tiempos ajustados, ¡había que crear sin parar! Me basé en las coreografías de Broadway para arrancar, sí, ¡tenía que ser similar, pero con nuestro toque, nuestra esencia! Y mis respetos infinitos para todo el elenco, fue genial el ensayo de cada número, en muchos de ellos una verdadera cátedra de actuación.
«La Fierecilla Tomada» me dejó una enseñanza invaluable: las verdaderas estrellas, las que brillan con luz propia, son la gente más humana, profesional y sencilla. Son esos que llegan, ponen toda su energía y apoyo para que el proyecto salga lo mejor posible, exponiendo sus propias fortalezas y, sí, ¡sus flaquezas! Eso nos permitió aprovechar cada talento y lograr un espectáculo que era pura diversión. ¡Fue un regreso al teatro inmensamente grato! Y la producción de Teatro de Primera, ¡siempre tuvo un trato impecable conmigo! ¡Una aventura que, sin duda, llevaré siempre en el corazón!
Me llama Juan Torres,,, un nuevo proyecto